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viernes, 1 de febrero de 2019

Exijo una explicación

Era su primer día de clases y Mónica sabía que el nuevo año laboral le traería grandes sorpresas, pensaba esto mientras caminaba por los largos y fríos pasillos de la escuela, junto a ella caminaba Eliana, una niña pequeña hija de una de las auxiliares de aseo del colegio.
Mónica se dirigía al baño, para ello debía seguir por el mismo pasillo sin necesidad de cruzar por el patio. En el trayecto se encontró con dos de sus compañeras de labores, una era la profesora de inglés y la otra de Lenguaje, ambas estaban sentadas en el suelo conversando, detuvieron su diálogo para saludar. Mónica era docente hace varios años en la escuela, presentía que ese año varias cosas cambiarían. Luego de intercambiar buenos deseos con ellas, siguió su camino al baño.
La sala de baño era para uso mixto, contaba con dos excusados, lavamanos y una puerta al fondo. Cuando Mónica ingresó, uno de los baños estaba ocupado, por lo tanto entró al cubículo que se encontraba al lado, ya en el interior se da cuenta que el borde de la taza tenía restos de excremento, pero como tenía muchas ganas de orinar no le quedó más que poner papel higiénico sobre la zona para poder sentarse. Ya sentada, se dio cuenta que la puerta tenía un rectángulo de vidrio que transparentaba casi todo, es decir cualquiera podía verla ahí sentada, situación que la incomodó un poco, pues no se encontraba sola en el lugar.
La madre de Eliana se encontraba cerca del lavamanos, Mónica la observó caminar hacia la puerta que estaba al fondo de la sala, entró allí, lo que la sorprendió un poco, pues en ese lugar la sostenedora del establecimiento guardaba la recaudación, por lo tanto no era un sitio al cual pudiese entrar cualquiera. La auxiliar salió casi de inmediato y en sus manos llevaba dinero, el que guardó tranquilamente en uno de sus bolsillos.
Mónica se alistaba para salir cuando notó que tenía manchadas sus piernas con el resto de heces que había en el baño, era solo un poco, pero eso la molestó bastante. De inmediato sacó papel higiénico, lo humedeció en el lavamanos y limpió rápidamente su cuerpo. Luego, lavó sus manos en el lavamanos y mientras realizaba esto la auxiliar le hablaba sin parar, alababa la forma en la que se había sentado, ya que de otra manera se habría manchado entera, mientras le arreglaba el cabello a Eliana y la mandaba al patio porque ya se acercaba la hora del toque del timbre para entrar a clases. La docente se quedó allí un instante, el otro baño aún estaba ocupado, la auxiliar salió tomando unas bolsas...se supone que ella debía encargarse de mantener limpio el lugar.

sábado, 12 de enero de 2019

La niña

Era de día, un día cálido acompañado de una agradable brisa. La calle estaba tranquila, guiaban nuestros pasos unos inmensos árboles con un hermoso follaje de diversos tonos de verde, unos más intensos que otros.
Nos detuvimos frente al portón de la casa, la puerta era de madera, barnizada, muy brillante y limpia. Abro la puerta, empujándola con cuidado, pero sin ningún tipo de temor, entro y me encuentro con un lindo jardín, lleno de plantas, árboles frutales y flores alrededor de un camino por el cual voy caminando. Ellos, los que venían conmigo, se quedan afuera.
Este camino me lleva hasta la entrada de la casa, ingreso, allí estaba todo en penumbra y en silencio, sigo y llego a una habtación. Era un dormitorio, en él había una cama que estaba hecha, se veía muy suave y cómoda, las paredes tenían cuadros con temas infantiles, un velador sobre el cual había una lámpara encendida con una luz tenue. La cama tenía una colcha con flores y sobre ella estaba una niña sentada. La niña tenía el cabello castaño, largo y ondulado; su rostro pálido, un poco con ojeras y una mirada contemplativa. Me acerqué a ella acariciando su cabeza, sus ojos se conectaron con los míos, le sonreí y me senté a su lado, tomé sus manos y conversé un rato con ella, le dije cuánto la quiero, lo orgullosa que estoy de ella, abracé su delgado cuerpo señalándole que todo lo que ha realizado es correcto. La invité a ir conmigo, pero eligió quedarse.
Se quedó ahí tranquila, serena y despidiéndose de mí con una leve sonrisa. Caminé hacia el portón de madera, salí y estaban ellos esperándome, los que venían conmigo, los que quedaron fuera y me dejaron entrar sola a esa casa. Iniciamos nuestro camino de regreso, con calma, en silencio, sintiendo nuevamente la suave brisa, el aroma de los árboles y la calidez del día. 

miércoles, 7 de enero de 2015

Algo extraño


Ese hombre estaba ahí, sentado a los pies de mi cama, mirándome fijamente. Su vestimenta era de otra época: camisa blanca con vuelos, traje negro con una tela como aterciopelada, sus zapatos, también negros, brillaban como recién lustrados.

Su rostro era más bien pálido, sus labios delgados definían una leve sonrisa, sus cejas bien pobladas y oscuras. Sus ojos eran negros, de mirada intensa y penetrante, tan invasiva que sentí cómo se clavaba en mis ojos y recorría cada uno de mis pensamientos, incluso aquel, ese pensamiento que me hizo temblar de temor y que con terror, provocó que infantilmente, cubriera mi rostro con las sábanas…era mi minuto, el minuto, el momento de despedirme  había llegado pero, ni siquiera podía gritar, ni un hilo de voz salía de mi boca. La muerte estaba allí, sentada junto a mi cama.

 

 

 

 

 

 

martes, 6 de enero de 2015

El regreso

He vuelto, no sé si "en gloria y majestad", pero sí he regresado después de muchas idas...Tengo muchas ideas, pero nada escrito, así es que de a poco irán apareciendo en papel o en computador esas ideíllas.

jueves, 27 de septiembre de 2012

En el metro


Sintió las campanas y supo de inmediato que iba a morir… 

Lo siento, no puedo continuar con la historia…

Voy viajando en el metro y, con mucha suerte encontré un asiento. Aproveché y saqué mi libreta para escribir un relato que se me vino a la mente, minutos antes,  mientras esperaba que llegara un tren más o menos desocupado.
Comencé a escribir, pero al sentirme observada, tuve que dejarlo. Ocurre que a mi lado va de pie un tipo, quien no saca sus ojos de mi libreta.
Ahora, no quiero que piensen ¡pero qué quisquillosa! Si el tipo sólo está mirando, no tiene nada de malo. Cierto, eso a mí tampoco me parece mal, pero ocurre que va leyendo cada palabra y línea que yo anoto. Lo peor vendrá después, ustedes ya notaron que la historia no la terminé, si apenas la pude iniciar. Claro que lo que sí escribí es lo que ustedes están leyendo ahora y que él también ha podido leer.
Ustedes se preguntarán ¿entonces cómo supo que lo peor venía después? Pregunta que él también se está haciendo… ¡PLAS! …ya ocurrió.
Él llevaba sobre su oreja un lápiz, tanto bajar la cabeza para leer lo que estoy anotando que el lápiz cedió y cayó sobre mi libreta…se disculpó y lo tomó rápidamente, no sin antes cruzar nuestras miradas.
Creo que es algo simpático…acaba de sonreír. 
Y por lo que veo tiene lindos dientes…ha vuelto a sonreír y se ha ruborizado. 
Me parece que no sólo es simpático y por la reacción que está teniendo en este instante, él piensa igual de mí.
Bueno, definitivamente el relato que inicié hace un rato, lo terminaré más tarde, pues el tipo se sentó a mi lado y ya no quiere leer, quiere conversar un poco conmigo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Día 5: El recital

   Cuando sentí su cercanía, me sentí un poco incómoda y le pedí que me fuera a dejar a mi casa...después de todo él me fue a buscar...

   Sonó el timbre de la casa, salí a ver quién llamaba. Era él, era Rodrigo. Le dije que mi hermano no estaba, pero...

  • No lo vengo a ver a él...vengo por ti.
   Esto no lo esperaba, mi corazón casi se salió de mi pecho al escuchar esta declaración.
  • Voy al recital y quiero llevarte conmigo.
  • Pucha, es que estoy sola y no sé si...
  • ¿Bueno vas o no vas? - preguntó cortante.
   En fracción de segundos decidí que era ahora o nunca, que sólo se vive una vez, que carpe diem, etc, etc. Así es que le pedí que me esperara un instante. Entré en mi casa, me arreglé y dejé sobre la mesa del comedor una nota que decía "voy y vuelvo".
   Caminamos hasta la parada tomados de la mano y el resto del trayecto fue igual. Ya en el estadio, cantamos y bailamos cada canción, yo me las sabía todas.
   Terminado el espectáculo, nos fuimos a comer algo y luego caminamos por la ciudad. La noche estaba preciosa, el cielo lleno de estrellas.
   Al llegar a una plaza, nos sentamos en una banca y nos pusimos a conversar. Mientras conversábamos, él acariciaba mis manos, mi pelo. Después de un rato, me abrazó y sentí que una de sus manos se deslizaba de manera lenta e imprudente por mi cuerpo, en tanto me susurraba al oído: "vamos a mi casa...".
   No me gustó para nada el rumbo que estaba tomando nuestra cita, por ello le pedí que me llevara a casa y guardé silencio el resto del camino.
   Cuando entré en mi casa mi madre me miró diciendo "veo que volviste"
  • Sí mamá, tal cual como lo escribí en la nota.

jueves, 23 de agosto de 2012

Día 4: La marcha

      Salí de la sala con mucho sigilo, cuidando que la profesora y mis compañeras no se dieran cuenta de lo que pretendía hacer. Oculté mi mochila bajo el chaleco y me dirigí al patio de atrás del colegio, salté el muro que colindaba con el cementerio de las monjas y, así, a través de las tumbas llegué a la puerta principal, por ende a la calle. Tomé la micro y llegué a la esquina donde nos íbamos a juntar con mis amigas.

      La marcha dio inicio  a su largo recorrido a los minutos después de haber yo llegado. Caminamos cuadras y cuadras lanzando cientos de panfletos, leyendo un sin fin de pancartas que cargaban aquellas personas que caminaban junto a nosotras.
      No noté en qué momento llegamos a las afueras de la ciudad, mis amigas tampoco. Allí nos esperaban unas micros y autos para llevarnos a la ciudad vecina donde terminaría todo con un gran acto.
      Mis amigas y yo nos miramos perplejas, pues ninguna se había dado cuenta de todo lo que habíamos caminado y no teníamos idea de cómo volver, además de andar sin dinero. Estábamos ahí decidiendo qué hacer mientras veíamos como todos se iban. En eso, frente a nosotras pasa lentamente, una camioneta con algunas personas en su parte trasera... una de aquellas personas era él:

  • Rodrigo
      No lo dudé ni un segundo, corrí y me subí a la camioneta... mis amigas me siguieron.
      Fue increíble, estuvimos juntos cantando y bailando. Lo único que comimos fueron unas manzanas que nos regaló el dueño de un negocio.
      Ya avanzada la tarde, llegó la hora de regresar, cómo lo haríamos... no sé, lo único que tenía claro era que estaba feliz, cansada y mis tripas rugían de hambre. Rodrigo debía quedarse, entonces nos despedimos y junto a mis amigas comenzamos a caminar. Llegamos a una plaza, nos subimos a un autobús pidiéndole permiso al chofer y rogando que nos aguantara la patudes y... así sucedió.
      Llegué a mi casa bastante tarde con la excusa de haber estado haciendo una tarea y el corazón rebosante de alegría con lo que acababa de vivir.