Sintió
las campanas y supo de inmediato que iba a morir…
Lo siento, no puedo continuar
con la historia…
Voy viajando
en el metro y, con mucha suerte encontré un asiento. Aproveché y saqué mi
libreta para escribir un relato que se me vino a la mente, minutos antes, mientras esperaba que llegara un tren más o
menos desocupado.
Comencé
a escribir, pero al sentirme observada, tuve que dejarlo. Ocurre que a mi lado
va de pie un tipo, quien no saca sus ojos de mi libreta.
Ahora,
no quiero que piensen ¡pero qué quisquillosa! Si el tipo sólo está mirando, no
tiene nada de malo. Cierto, eso a mí tampoco me parece mal, pero ocurre que va
leyendo cada palabra y línea que yo anoto. Lo peor vendrá después, ustedes ya
notaron que la historia no la terminé, si apenas la pude iniciar. Claro que lo
que sí escribí es lo que ustedes están leyendo ahora y que él también ha podido
leer.
Ustedes
se preguntarán ¿entonces cómo supo que lo peor venía después? Pregunta que él
también se está haciendo… ¡PLAS! …ya ocurrió.
Él llevaba sobre su oreja un lápiz, tanto bajar la cabeza para leer lo que estoy
anotando que el lápiz cedió y cayó sobre mi libreta…se disculpó y lo tomó
rápidamente, no sin antes cruzar nuestras miradas.
Creo
que es algo simpático…acaba de sonreír.
Y por lo que veo tiene lindos dientes…ha
vuelto a sonreír y se ha ruborizado.
Me parece que no sólo es simpático y por
la reacción que está teniendo en este instante, él piensa igual de mí.
Bueno,
definitivamente el relato que inicié hace un rato, lo terminaré más tarde, pues
el tipo se sentó a mi lado y ya no quiere leer, quiere conversar un poco
conmigo.