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martes, 29 de mayo de 2012

Día 1: Así nos conocimos

Fui a la reunión. Después de mucho hablar y hablar conseguí convencer a mi hermano de que no debía temer por mí, que era capaz de participar en una reunión manteniendo absoluto silencio...él no perdería protagonismo, esto era lo que más le importaba y le encontraba toda la razón, al fin y al cabo eran sus amigos y yo me estaba inmiscuyendo en su metro cuadrado. 
 Al llegar fui presentada al grupo como "la hermana de" y eso fue todo, luego permanecí sentada al borde de la mesa mientras ellos tomaban decisiones. 
 Cuando dieron por finalizada la primera parte de la junta sirvieron unas bebidas y un picoteo e iniciaron una conversación más distendida. Aquí aproveché de pararme y recorrer aquella casa, que no tenía nada de peculiar, pero el estar tanto rato allí tratando de ser invisible fue algo agotador. 
 Luego de un rato al parecer había vuelto a ser visible, pues en ese instante se acercó a mí un chico. Él se presentó y amablemente se dedicó a charlar conmigo. Me pareció agradable y bastante "potable" (buenmozo). Al rato dieron inicio a la segunda parte de la reunión, la que no duró más de una hora. 
 Nos disponíamos a partir con mi hermano cuando se nos acercó Rodrigo, el muchacho con el que había estado conversando hace un rato y, colocándole una mano en el hombro a mi hermano le dice que yo me iré con él, ya que le he realizado una serie de acotaciones muy interesantes, por lo que desea hablar un poco más y...
 - No te preocupes yo la voy a dejar después a la casa. 
 Mi hermano me miró, hizo un gesto de despedida y se fue. ¡Linda la cosa! pensé en ese instante. Al parecer nuevamente me había vuelto invisible y no sé como lo hice, pues a mí nadie me preguntó nada. 
 Bueno, la verdad es que yo a él nunca le dije cosa alguna es decir, esas "acotaciones interesantes" nunca existieron, pero me pareció tan entretenida la forma de lograr quedarse un rato más conmigo, que guardé silencio, el mismo silencio que me había pedido guardar insistentemente mi hermano. 
 Salimos juntos a la calle y conversamos de todo un poco...simplemente me dejé querer y quizás mañana o pasado o en otra reunión nos volvamos a ver. Sentí que era el inicio de algo, no sé exactamente qué, pero estoy esperando ver lo que sigue.

jueves, 10 de mayo de 2012

Verdecitos

Teníamos un club, todos los jueves nos reuníamos en la casa de uno de nuestros amigos. Allí en el patio sus papás habían construido una caseta de madera.
Cada tarde de jueves, llegábamos al lugar, cerrábamos la puerta y dábamos inicio a nuestra secreta reunión, la verdad, es que no sé qué tan seguro era el lugar como para mantener un secreto, ya que las tablas que conformaban la caseta presentaban importantes separaciones, las que perfectamente permitían filtrar cualquier conversación.
 Un día, en plena reunión, Sebastián, uno de los integrantes del club, que estaba sentado junto a mí, comenzó a murmurar algo indescifrable, lo que llamó mi atención y me hizo tratar de entender lo que decía, pero me era imposible escucharlo a él y a la vez la voz chillona de Jessica, la presidenta del club. Ella daba una síntesis de la reunión anterior. Al parecer nadie notaba que Sebastián hablaba con la pared o con alguien.
- ¿Sebastián qué haces?
- Converso
- Sí, ya lo noté pero ¿con quién?
- Con ellos – me contestó señalándome un agujero que se formaba en la separación de algunas tablas.
 Miré hacia el lugar indicado y no vi nada, salvo las tablas, entonces me acerqué más y nada. Volví a mi asiento e intenté poner atención a la reunión que estaba a punto de comenzar, claro que sin dejar de escuchar a Sebastián, quien reía y conversaba de manera muy entusiasmada.
- ¿Qué hacen allí sentaditos?
- ¿Por qué son verdecitos?
- ¿Qué hacen allí sentaditos y verdecitos?
 Al cabo de dos o tres reuniones, en las cuales mi amigo seguía con la misma conducta, alcancé a escuchar o entender que hablaba con algo así como unos duendes, ya que entre aquellas tablas sólo podía ubicarse un ser pequeño, claro está que eran varios, de color verde y que estaban sentados. Salí detrás de él para realizarle algunas preguntas y sus respuestas me dejaron un tanto perpleja: “Mis amigos verdecitos que están allí sentaditos son marcianitos”. Al escuchar tal afirmación me quedé paralizada, no pude moverme ni un paso más, en tanto Sebastián continuaba hablando y caminando, al parecer no notaba que yo estaba unos cuantos metros atrás.
 Pasó un minuto, dos o tres, no sé cuánto, pero yo seguía ahí sin poder moverme, entonces allí vino lo terrible e increíble: apareció una gran luz desde el cielo que se posó sobre Sebastián y lo levantó… ¡fue abducido!
 Ha pasado cerca de un mes, nadie habla sobre la ausencia de Sebastián, parece que nunca existió, pero durante cada reunión miro hacia las tablas separadas, como buscando algo. Hoy por fin lo he visto: lo veo ahí sentadito, verdecito y hablándome de su nueva vida.