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viernes, 17 de diciembre de 2010

El abuelo


(¡Feliz Cumpleaños!)

Iba el abuelo con paso cansino llevando a su Calandria de la mano, al llegar al bar de la esquina entran acercándose a la mesa del rincón.
Allí el anciano sentó a su lado a la niña con nombre de pájaro, ella, una grácil pequeña de no más de cuatro años, de largos rizos dorados, bebía su mamadera mirando jugar al viejo una partida de dominó junto a sus amigos.
Luego, de camino a casa, la pequeña mira con ojos intensos y crespas pestañas a su abuelo, va feliz; lleva un gran tesoro en sus bolsillos.
Al anochecer llegó La Muerte a jugar una partida y ganó el juego. La niña metió sus manos en sus bolsillos y sacó su tesoro, colocó junto al anciano todas las tapas de botella que había recogido en el bar. Le cerró los ojos y besó su frente.

martes, 3 de agosto de 2010

María no más


¡Fue horrible, lo que hice fue horrible! Pero todo fue por su culpa, la culpa fue de ella y, él también la ayudó, yo ya lo sabía.
Él, es mi esposo y Ella, mi mejor amiga. Hoy a cada uno de ellos les coloco antes de nombrarlos el prefijo “ex” y logro sentir algo de alivio.
Ella y yo éramos amigas del tiempo en que las amigas eran de verdad. Cuando conocí a Miguel, mi esposo, ella ya era parte de mi vida.
Todo iba bien y por qué no decirlo, normal, absolutamente normal.
Al tiempo de haberme casado tuve un hijo y por supuesto, ella fue su madrina.
Cuando nos reuníamos en casa y se hacía tarde, ella se quedaba allí o Miguel la iba a dejar. Jamás sospeché nada, pero eso sólo fue al principio. Con el tiempo fui notando cosas, cosas que sólo mi intuición pudo ver, pero todos me decían que estaba en un error.
Fue así como le pedí a María, mi amiga, que me leyera las cartas, una y otra vez, pero siempre él aparecía como inocente y yo una paranoica.
Hablé con mi madre sobre mi sospecha: él me engañaba… lloró desconsoladamente, no podía creer que su hija estuviera viviendo su mismo calvario. Entonces, me dio un dato, la dirección de una bruja, pero ella me acompañaría.
Lo pensé unos días, finalmente decidí que era lo mejor y fuimos.
El día estaba helado y una neblina espesa me impedía ver el camino, por suerte iba con mi madre. Llegamos a un lugar de campo, a las afueras de Santiago, creo. Caminamos por un largo sendero de tierra y entramos a una casa que ya se venía abajo.
Adentro había un corredor largo, oscuro y con puertas a ambos lados, todo era murmullo. Las personas apoyadas en la pared esperaban su turno, en tanto en voz baja relataban a otros sus tristes vidas. Al ingresar a esa especie de sala de espera, sentí un frío que me calaba los huesos, parecía como haber entrado al Cementerio Católico de Santiago. Seguí hasta el fondo donde había un patio absolutamente árido, mientras me dirigía hacia allí, las personas me miraban de pies a cabeza de una forma un tanto extraña y algunos, habían tanto hombres como mujeres, me preguntaban que a quien venía a ver, mi madre señaló que a la señora María y se instaló al costado de una puerta detrás de algunas personas.
Me acerqué al lugar donde estaba mi madre, mientras divisaba lo que ocurría en el interior de aquellas habitaciones. Me impresionó una donde todo era tiniebla y oscuridad. Era un cuarto en el que se veían las vigas del cielo, las paredes tenían al descubierto los ladrillos que la formaban y el piso era de tierra. Junto a una mesa estaba sentada una mujer mayor, con sus ojos cerrados, que fumaba afanosamente un puro cuyo humo lanzaba inmediatamente por la boca hacia una vela encendida que estaba frente a ella. La vela era de color negro y tenía la forma de un pene. La mujer entreabrió sus ojos y los clavó en mí, me fui a toda prisa al lado de mi madre.
Me quedé junto a mi mamá esperando eternamente mi turno, las personas entraban una a una a la habitación hasta que llegó mi turno. Entré con mi madre, yo estaba un poco asustada, pero la mujer que me esperaba adentro era una abuelita muy simpática. Ella me pasó un frasco solicitándome que lo llenara con orina, con mi orina, así es que entré al baño y listo.
Al entregarle el frasco no me lo quiso recibir y con un gesto me señaló que lo dejara sobre la mesa. En ese instante encendió una luz frente a él y comenzó a relatar mi vida entera, finalizando con la confirmación de mis dudas…él me engañaba.
Ya de regreso a mi casa pensé en cada una de las indicaciones que me había dado y en el montón de frascos y yerbas que traía en mi bolso.
Durante el mes que siguió debí encender una vela todos los días martes, todos los viernes realizarme baños con yerbas, luego debía secarlas y quemarlas. Junto a esto, una vez a la semana le llevaba un frasquito con mi orina, el que ella evaluaba y me daba nuevas o las mismas indicaciones. Gasté un dineral.
Por suerte mis plegarias y esfuerzos fueron escuchados y Miguel fue trasladado por su trabajo, yo no lo acompañé ¡qué lata! Irme al fin del mundo sin ni una comodidad. Durante ese tiempo fui feliz, a pesar que lo veía sólo el fin de semana.
Mas como la felicidad tiene su otra cara, debía volver a ella y así es como él regresó y junto a él todos los males.
Las primeras semanas todo marchaba de maravillas, pero poco a poco esto fue cambiando aunque yo haya seguido al pie de la letra las recomendaciones de la señora María. Todo iba de mal en peor, si hasta terminamos durmiendo en cuartos separados.
Lo dejé todo de lado y fui donde otra bruja… ¡también se llamaba María! La situación no fue muy diferente a la anterior y los resultados igual de desastrosos, así lo sentía yo, incluso me pregunté ¿por qué todas se llamaban así?...tonteras mías.
Mi esposo nuevamente fue trasladado, en esta ocasión fuera del país y por insistencia de María, mi amiga, esta vez viajé con él, pero antes hicimos una gran fiesta, la que grabamos para llevarnos un lindo recuerdo.
Llevábamos un tiempo fuera del país y comencé a extrañar a mis padres y amigos, entonces busqué el video de la fiesta de despedida, comencé a verlo un día, luego dos y así sucesivamente, al punto que ya me sabía los diálogos de buenos deseos de memoria. Miguel comentaba que me notaba un poco rara, por lo que decidió llevarme al médico…estaba embarazada.
Este periodo no fue diferente a lo que ya había vivido hasta ahora, sólo me agobiaba un recuerdo, resonaban en mi cabeza las palabras que mi amiga había dedicado para nosotros en el video. Allí decía sentirse feliz de que viajaran tres y volvieran cuatro…ella se llamaba María, leía las cartas, era una bruja.
Pasaron dos años antes de volver a mi país, donde me reencontré con mi familia y amigos. Mi amiga estaba un poco distante y nunca más quiso leerme las cartas, insistiendo siempre en que todo era idea mía. En el fondo sabía que no podía estar eternamente mintiéndome.
Ya estábamos nuevamente instalados, nuestras vidas seguían como siempre. Mi madre vino a visitarnos, claro que ella sabía que me encontraría sola; entonces comenzó a relatarme algo increíble.
Ella paseaba por la Plaza de Armas cuando decidió sentarse en una de las bancas del lugar, estaba muy preocupada por mí y sentía que me debía ayudar, entonces se le acercó un hombre con quien se puso a conversar.
- Ese hombre sabía todo de ti hija mía, cuando le mostré unas fotos te reconoció de inmediato. Debes ir a verlo porque él te puede ayudar.
Pensé en ello y todas mis dudas afloraron nuevamente. No estaba de más el intentarlo, después de todo no se llamaba María como todas las otras brujas que había conocido hasta ahora.
Fui sola al lugar, luego de un rato este hombre se me acercó pidiéndome que guardara silencio, pues él reconocía mi dolor. Después de un instante más de silencio, me solicitó que lo acompañara. Caminamos algunas cuadras hasta llegar a una especie de cité, entramos e ingresamos a uno de los cuartos donde me pidió que me sentara, que le pasara las fotos y el dinero que llevaba en mi cartera. Todo era increíble, mi mamá esta vez no se había equivocado.
Miró muy concentrado cada fotografía, hasta que se detuvo en una. Comenzó a temblar y palideció sin dejar de mirarla, dijo algunas palabras, nada que yo pudiera entender. Entonces giró su rostro hacia mí y con sus ojos en blanco me señaló que había magia negra en combinación con magia roja, eso era no sólo para separarnos, sino que también para que yo muriera.
Este hombre era mi salvación, por fin me vería liberada de cualquier maleficio, pues él, a pesar del peligro que corría también su vida, me ayudaría. Entonces me preparó un agua de yerbas, mientras la bebía preparó un cigarro también con yerbas y lo fumamos. Me sentí un tanto mareada, pero él me ayudó llevándome hacia una cama que no había visto cuando entré allí. Me señaló que la magia negra había sido vencida, por eso me sentía así y que ahora debíamos derrotar a la magia roja; para ello comenzó a danzar a mi alrededor estirando sus brazos y tocando mi cuerpo con sus manos. Luego me quitó la ropa y tuvimos relaciones.
Desperté, estaba todo oscuro, busqué mi ropa y mis cosas. El hombre que salvó mi vida ya no estaba. Sólo perduraba en el aire el olor a yerbas.
Cuando llegué a casa me sentía feliz y me fui a la cama con esa grata sensación. Como a las cuatro de la madrugada desperté con una angustia atroz y lo único que lograba hacer era llorar.
Un poco más calmada, tomé el teléfono para hablar con María, al oír su voz del otro lado rompí a llorar otra vez pidiéndole perdón por lo que había hecho. Por su parte, como ella no entendía nada, sólo me preguntaba por los niños, que donde estaban, que si estaban bien, que si les había hecho algo y que sé yo. Ella sólo se preocupaba por ellos. Luego me pidió que me hiciera un agua con azúcar y le contara lo que estaba ocurriendo… y así lo hice.
Cuando terminé la historia, me señaló que me realizara un test de embarazo, el del SIDA y que fuera a ver a un psicólogo, después colgó y no supe más de ella.
A la semana, ya no daba más y conversé con Miguel. Él me gritó, me zarandeó, tomó a los niños y se fue a la casa de su mamá.
Decidí cambiarme de casa, vivo en un departamento en otro barrio. Nunca me atreví a ir nuevamente donde ese hombre, ni siquiera a buscar las fotografías, a pesar de que en una de ellas estaba la persona que me había hecho tanto daño.
Yo sé que la culpa de todo la tienen ellos, ellos me empujaron a hacer lo que hice. Él siempre tuvo otra, no sé cómo explicarlo, sólo sé decir que mi intuición así me lo señala. Y ella, siempre sensata, María, mi ex - amiga, lo sabía todo, de hecho lo encubría. Quizás, ahora estén juntos burlándose de mí, como los odio. Aborrezco a María, todas las brujas llamadas como ella me confirmaron que él me engañaba, menos ella.
Desde que llegué a este nuevo lugar, tengo una muy buena vecina que me escucha y me aconseja. Ella me asegura que no estaré sola por mucho tiempo, que todo pasará… Hoy supe que ella se llama María.

martes, 8 de junio de 2010

El hombre camino a casa

Viajaba tarde, venía de un carrete en la casa de una amiga. Estaba un tanto cansada y preocupada, pues al otro día tendría que levantarme temprano a trabajar y no había dejado nada listo.
Mientras manejaba, en mi mente iba organizando la serie de tareas que debería realizar una vez que llegara a mi casa, primero poner a hervir agua para cocinarme unos tallarines para el día siguiente, mientras se calienta el agua, regar mis plantas, luego esto, lo otro y unas cuantas actividades más. Estaba en eso, cuando de pronto aparece de la nada un hombre en medio de la calle, no lo atropellé ni nada de eso, sólo que apareció allí sin más y yo no lo había visto ¡el susto que me llevé!
El hombre era mayor, pero no debía tener más de setenta años. Su ropa era vieja, pero impecablemente limpia. En su pecho colgaba un letrero y en sus manos llevaba un tarro.
Eso fue todo lo que alcancé a ver y fue suficiente para quedar bastante impresionada. Sentí algo extraño y un frío recorrió mi cuerpo al notar que los autos pasaban a gran velocidad por su lado, casi encima de él.
Quedé bastante preocupada ¿qué hacía ese hombre ahí, cómo los demás pasaban casi sin notar su presencia? Quizás cuantas veces yo pasé así como ahora y sólo hoy reparé en él ¡qué terrible! Esa calle era parte del recorrido habitual que yo realizaba para llegar a mi casa luego del trabajo.
Lo peor es que al día siguiente, al regresar a mi hogar, lo volví a ver, el escenario era el mismo y para los demás conductores él parecía ser parte del paisaje. Esta vez noté que a un metro de distancia de él habían dos conos de color naranja fosforescentes que servían un poco para cubrir el espacio y evitarle el ser dañado.
Día a día todo seguía igual, pero logré notar que cada cierto rato levantaba su tarro hacia los autos que pasaban haciendo el ademán de pedir dinero.
¿Qué decía su letrero? No tenía idea, durante varias semanas de observación no había logrado mucho, por lo que me propuse averiguarlo.
Al día siguiente reduje con anticipación la velocidad, para no tener problemas con los otros conductores, simulé estar buscando una calle. Al divisarlo me concentré en el letrero que decía “Tengo cáncer”.
Sentí pena, esa diminuta palabra cáncer es capaz de causar tanto dolor. Guardé silencio hasta llegar a la casa.
Pasó el tiempo y la vida continuó como siempre, salvo por un pequeño detalle. Estaba almorzando con algunos compañeros de trabajo y les comenté sobre el hombre, pero a pesar que la mayoría hacía el mismo recorrido que yo, nunca lo habían visto, les insistí dándoles más detalles, pero de nada sirvió, por lo visto yo no era la única que había pasado por allí un centenar de veces sin verlo.
Después noté que luego de esta conversación ninguno me hizo algún comentario de haberlo visto. Supuse que no les importaba.
Por circunstancias de la vida, a los meses después me tuve que cambiar de casa, pero dentro de la misma comuna, por lo que también cambié de recorrido.
Al tercer día de pasar por mi nuevo camino de regreso a casa, me encuentro con el mismo escenario, el hombre con cáncer pidiendo dinero. Al principio pensé que era sólo una coincidencia, que como en el sector estaban arreglando algunas calles, él había buscado una tan transitada como aquella o qué sé yo.
Algunos días después llevé a uno de mis compañeros de trabajo a su casa, al llegar al lugar le avisé para que viera al hombre…no vio nada, es decir nada de nada, me faltó poco para detenerme en seco frente al hombre con cáncer, pero nada. No insistí, pero quedé perpleja.
Las semanas siguientes fueron duras, todos me miraban un tanto extrañados o realizaban comentarios por lo bajo al verme pasar. Me sentí absolutamente observada.
Una de mis compañeras quedó de ir a mi casa a buscar unos documentos, al llegar la invité a pasar, con el temor de ser rechazada, mas entró sin problemas. Estuvimos conversando un rato y riendo de las tonteras que hacíamos comúnmente en la pega, luego hubo un silencio abrumador.
- Yo también lo he visto
¿Qué? quedé con ataque, todo este tiempo sintiendo que estaba loca y ella la linda también lo había visto. Me relató su experiencia, muy parecida a la mía por lo demás, con la gran diferencia que ella no insistió en preguntar a los demás como yo. Bueno, no todos somos iguales.
- Ese es el punto, tú eres diferente o algo así, por eso lo puedes ver… ese hombre está muerto, murió hace muchos años.
Quedé aterrada, no pude seguir la conversación, sólo fui capaz de pedirle que no comentara nada de esto. La verdad es que ella me lo pidió primero, estaba muy interesada en ello. La entendí, yo sabía lo incómodo que era sentirse observada hasta al estornudar. También me insistió en que me quedara tranquila, que pronto todo pasaría y no lo vería más. Si esto era cierto ¡feliz!
Esta experiencia más que llenarme de miedo me hizo tratar de averiguar más. Busqué información sobre la gente que podía ver fantasmas, me ayudó bastante, pero sentía que algo más faltaba y sabía que no me equivocaba. Entonces comencé a pensar que mi compañera de trabajo lo había matado y por eso estaba tan interesada en mi silencio.
Pasaron alrededor de tres días, estaba en casa pues ya era tarde, el sol había abandonado el cielo cuando escuché que alguien llamaba a mi puerta, miré por la ventana y ahí estaba él. No sé qué me ocurrió, pero corrí hacia la puerta, la abrí y ya no estaba, salí a la calle y nada. Entré a la casa y sentí miedo, allí alguien me esperaba, sentía su presencia. Luego no sé más, sólo desperté en una sala de hospital, con mi familia a mí alrededor. Me preguntaban qué me sucedía…no entendía nada.
Me decían que nadie había llamado a la puerta, que siempre habíamos estado todos juntos. Mi esposo se sentó a mi lado, me hizo una serie de preguntas, yo le conté lo que había vivido durante todo este tiempo, le pedí que hablara con mi compañera de trabajo, ella podría confirmar toda mi historia.
Al siguiente día mi esposo estaba muy serio, se notaba que había descubierto todo, pero no fue así, me dijo que la mujer de la cual le había hablado no estaba allí. Entonces le señalé la vez que ella había estado en casa…sólo me miró y salió de la habitación.
Ya era de noche y estaba dormida, desperté sintiendo un frío que calaba los huesos, abrí los ojos y a los pies de la cama lo vi a él. Vestía un traje negro, era un modelo muy antiguo. Su rostro estaba más pálido que nunca, sus ojos estaban clavados en los míos, levantó una de sus manos y colocando su dedo índice sobre sus labios desapareció. Entendí claramente su mensaje.
Fui dada de alta, sólo el stress me provocó un leve estado de delirio. Mi familia estaba más tranquila.
Para mantener dicha tranquilidad yo guardé silencio, no toqué más el tema, como me lo había indicado aquel hombre. Aún así averigüé un poco más y descubrí que no estaba equivocada. Mi compañera de trabajo sí existía o había existido, fue una mujer que trabajó por muchos años en la empresa en la que ahora yo estaba, un día en que ella regresaba a su casa había atropellado a un hombre que pedía limosna. Cayó en una terrible depresión que la llevó al suicidio, en el parte policial sus más cercanos decían que ella insistía en que veía al hombre que había atropellado... ambos estaban muertos.
En ocasiones, camino a mi hogar lo veo, veo al hombre con cáncer y sé que ella estará esperándome en casa. Si logras ver a uno, pronto verás al otro…es así, así lo he vivido yo y así lo vivirás tú.

domingo, 30 de mayo de 2010

¿Amiga?…la antiamiga

A lo largo de tu vida vas conociendo a una serie de personas. Gente que entra y sale de tu vida así sin más y otros que permanecen en ella por los siglos de los siglos. Todo fluye, todo se vive; aprendes de ellos o mejor dicho de las experiencias que vas teniendo junto a ellos.
Dentro de este mundo de relaciones hay unos seres a los que yo denomino “la antiamiga”, da lo mismo el sexo, porque en tu camino encontrarás hombres y mujeres que entran en esta categoría, el género es lo de menos. Pero lo que hacen con tu vida o, mejor dicho, lo que tú permites que te hagan, eso sí que es importante.
En tanto, yo la clasifico dentro del sexo femenino, porque era de ese sector el espécimen que pasó por mi vida.
Todo ocurrió lentamente, llevábamos años de conocernos, teníamos amigas en común y éramos asiduas visitantes de nuestros hogares. Por diversas razones dejamos de vernos por algunos años. Luego sucedió lo típico, alguna que se encontraba aburrida con su vida decide ubicar y reunir a sus excompañeros de algo… y así fue como volvimos a saber de nosotras, el tiempo no puede disolver una amistad como aquella.
Volvimos a reunirnos cada cierto tiempo en nuestras casas, ahora con hijos y maridos incluidos, éramos el grupo de siempre, ese con el que haces desorden en el colegio, ese con el que haces las tareas en la universidad, ese con el que te juntas en la hora de colación en tu trabajo.
Todo iba bien, hasta que comienzas a notar ciertos detalles que llaman tu atención: cada vez que acuerdas una reunión, la antiamiga tiene algún problema: que con quien dejo al niño, que mi marido no quiere que vaya, que no me dejó plata para salir, etc., etc., etc.
Siempre lo mismo, al final igual llega, ese era sólo el preámbulo, pero una vez que está ahí no escatima en comentarios y actitudes para hacer notar que está nerviosa y preocupada. Debido a ello tú te acercas para saber por qué no está disfrutando de la velada… error. De ahí en adelante te enteras de todo lo mal que lo está pasando, y no porque sus amigas sean aburridas, es que su esposo la engaña, su suegra la odia, tiene cero posibilidad de contar con la ayuda de su madre, pues ésta es otra que vive una situación parecida y bla, bla, bla.
El tiempo transcurre y te das cuenta que ya muchas no le prestan atención, entonces arremete con otra noticia, tan terrible y abrumadora… él la golpea.
La violencia de aquella noticia provoca que sus amigas más cercanas estemos atentas, la visitamos y la llamamos constantemente, todo para que a la primera señal de maltrato la denuncia sea interpuesta. Finalmente sólo detectas que él es bastante inmaduro y que ambos se tratan mal verbalmente. Igual sabes que hay un momento en que ellos estarán solos y que tú nada podrás hacer. Entonces aparecen otras ideas para poder ayudar, los consejos en pro de la salud mental de tu antiamiga. Le hablas de la posibilidad de independizarse, buscar un empleo, ir al psicólogo y finalmente separarse si tan mal lo está pasando.
Luego se cierne sobre el grupo otro balde de agua fría… tu antiamiga tiene cáncer. Se reúne el grupo, pero sin ella, con la seriedad que se trata un tema de estado hablamos de la situación, una de nosotras llora a moco tendido preguntándose por el destino del hijo, un pequeño de cuatro años, exquisito y de ojos vivaces. Otras tratamos de mantener la calma y analizar los posibles escenarios.
Finalmente decidimos proponerle el visitar a otro médico y… ella aceptó.
La encargada de dicha empresa fui yo. Entonces visitamos a un médico que merecía mi confianza, uno que no te ofrece cuchillo de buenas a primera, uno que además de tratar los síntomas busca la causa de ellos y uno que dará respuesta a tus dudas.
Llegamos a la consulta, le pedí que llevara todos los exámenes que le habían realizado, mis manos sudaban frío y sentía un terrible vacío en el estómago.
Cuando por fin la llamaron, entramos a una sala bastante pequeña, tibia, con apenas una ventana y bastante acogedora. El médico nos invitó a tomar asiento y que le relatáramos el motivo de nuestra visita. Allí ella inició su discurso, del mismo modo y con las mismas palabras que nos había dicho a nosotras, luego le entregó los exámenes. El médico los revisó uno a uno sin decir nada, mi estómago cada vez se apretaba más, en tanto mi mente me pedía que mantuviera la calma.
- Dentro de lo que me acabas de decir, señalaste que tenías crisis de pánico
- Sí y es terrible, me dieron unas pastillas… - alcanzó a decir antes de ser interrumpida por el doctor
- ¿Es decir que aún lo padeces? – y sin esperar respuesta - ¡imposible! a una persona con crisis de pánico no se le podría realizar un scanner y a ti te lo hicieron. Tú has viajado, para subirte a un avión debiste hacerlo dopada y no estarías encerrada aquí hablando conmigo en esta minúscula habitación, ya te habrías tirado por aquella ventana, sin importar el piso en el que estamos.
La miré y le sonreí, yo estaba feliz de saber que las crisis de pánico eran sólo un mal diagnóstico.
El doc tomó un lápiz y papel de su escritorio, comenzó a hacer un dibujo, una vez que lo terminó nos miró a ambas, luego mantuvo fija su mirada en mi antiamiga y dio inicio a una breve y sencilla explicación.
- La hipófisis está funcionando mal, esto se podría deber a una gama de situaciones y dentro de éstas el cáncer ¿esto es lo que te explicaron?
- Sí – contestó muy rápida y segura
- Bueno, el cáncer en tu caso es una posibilidad bastante remota por no decir inexistente de acuerdo a estos exámenes. Te recomiendo que sigas con tu médico y te realices el tratamiento que él indique.
Salimos de la consulta, mi estómago seguía igual, pero para mi antiamiga yo sonreía feliz y la felicitaba por tan buenas noticias. Después cada una regresó a su hogar.
Ya en mi casa mi angustia se mantenía en espera del grupo, ellas llegarían en un instante y realizaríamos otra reunión de estado. Todas llegaron a la hora señalada y les relaté lo sucedido con la frase final NUNCA TUVO CÁNCER.
- ¿Recuerdan lo que les dije la otra vez?- dijo Leticia, una de las miembros del grupo.
Todas lo recordábamos muy bien, tiempo atrás nos habíamos reunido en mi casa. Habíamos llegado todas, menos ella, faltaba nuestra antiamiga; en eso sonó el teléfono, era ella. Me pedía que llamara a su mamá y la convenciera de cuidar al bebé para que ella pudiera venir… no fue necesario, pues a los minutos llamó la mamá pidiéndome lo contrario, es decir, que la convenciera, a su hija, de no venir para evitarse problemas con el esposo. Yo sólo las escuché y les conté a las demás lo que estaba ocurriendo. Leticia nos miró y nos increpó a todas con un “¿hasta cuándo aguantamos esto? Para mí ya es suficiente, siempre que nos reunimos ella, venga o no, se convierte en el centro de toda la atención o mejor dicho, el centro de toda nuestra preocupación. Al final nos jode todo. No sé ustedes, pero creo que yo lo estaría pasando mejor en mi casa”. Tomó sus cosas y se fue.
Ya de regreso al cáncer, crisis de pánico y violencia intrafamiliar, muchas coincidimos en que en el fondo ella era feliz con esa vida y que cada una debía preocuparse que esto no la afectara, por lo mismo de ahora en adelante el que viniera o no a las reuniones, entre otras cosas, sería problema de ella.
Pasó un largo tiempo y todo iba de maravillas, cuando comenzaba con sus quejas, algunas se alejaban, otras la ignoraban y otras hacían como que la escuchaban moviendo la cabeza cada cierto rato o realizando un gesto expresivo con su rostro.
Yo me fui alejando, no del todo, me preocupaba su hijo, pobre pequeño qué culpa tenía. Evitaba llamarla y rara vez iba a su casa, sólo nos veíamos en las reuniones, a las que poco a poco dejé de asistir.
Finalmente me alejé no sólo de ella, sino que de todas mis amigas, pero igual me mantenía angustiada, por lo mismo decidí realizar un viaje fuera de Santiago, debía ser lo suficientemente lejos para poder descansar. Tomé un mapa de mi país y le lancé un dardo cuya punta fue a dar directo a Chiloé, lugar que cumplía absolutamente con lo que yo deseaba…estar muy lejos.
Al día siguiente estaba en la estación de trenes dispuesta a encontrar pasajes y, así fue, encontré boletos. Subí, me instalé en mi asiento e inicié mi viaje hacia el olvido y la sanación.
Al regresar, algo en mí había cambiado, yo era otra, mi estómago ya no me dolía, aprendí la lección…creo. A ella le gustaba llamar la atención, bien. A mí me dañaba la forma en que lo hacía, pues bien también y aléjate. Porque si te estás quemando lo primero que haces es alejarte de la fuente de calor, no te quedas ahí esperando a que el fuego te consuma. Junto con eso, aprendes a no generalizar, es decir, hay momentos en que el fuego te ayudará y momentos en que éste te hará daño. La amistad no tiene que ser así, no te debe lastimar.

martes, 4 de mayo de 2010

Siempre digna


Mi muchacho era un tipo regio y estupendo, cuando recorría junto a él las calles de mi población las mujeres se daban vuelta a mirarlo y de pasadita me lanzaban una miradita de odio.
Él era alto, bastante alto para mí, que siempre he sido baja y flacuchenta. Sus dientes era perfectos y su sonrisa genial.
Mantuvimos una amistad un tanto falsa, ya que yo sólo quería que él se fijara en mi, pero no pasaba nada, para él yo simplemente era una buena amiga. Pero, como muy bien dicen por ahí: “a nadie le falta Dios”, las cosas fueron cambiando y cada día notaba que su conducta era más y más especial hacia mí. Bueno, pero como “no todo lo que brilla es oro”, un día iba caminando hacia su casa y lo divisé en la esquina con una niña de largo cabello rubio, tuve unas ganas locas de regresar, mas continué mi camino siempre digna. Los vi despedirse teniendo casi la certeza que se dieron un beso en la boca.
Pasamos toda la tarde juntos conversando, tocando guitarra y cantando, él solía dedicarme canciones. Todo esto sucedió por meses, él me cantaba y yo lo escuchaba; recorríamos el barrio caminando, tomados de la mano, cuando me iba a dejar a la casa me acompañaba a lo largo de tres cuadras y luego yo debía hacer lo mismo…era todo un ritual.
Todo siempre fue así, bastante platónico e infantil, hasta que un día una de mis tías tuvo la brillante idea de enviar a su hija a mi casa para que yo le enseñara matemáticas, entre otros ramos.
¿Cuento corto? Cuando mi prima lo conoció quedó inmediatamente prendada de él y él de ella, tuvieron una diminuta relación de no más de un día, lo suficiente como para que yo me diera cuenta que para él yo sólo era una muy buena amiga y mi prima, como tantas otras, la rubia de sus sueños.
Me sentí como una idiota, pero siempre digna traté que de alguna manera a mi prima le entrara en la cabeza toda la materia que debía aprender. Odié el ser buena alumna y profesora.
Me alejé casi absolutamente de él, nunca tan tonta como para “tropezar con la misma piedra”. Y digo que casi me alejé absolutamente, porque él era amigo de mi hermano, por lo tanto de vez en cuando se aparecía por mi casa, claro que siempre afuera, nunca entraba, le daba vergüenza.
Un día, un día cualquiera, un día de aquellos en que crees que nada saldrá bien o mal, en que cualquier cosa te toma de sorpresa y no tienes ni la menor idea de cómo vas a reaccionar, ese día que puede ser este u otro, estábamos mi familia y amigos reunidos, cuando escuchamos que alguien llamaba a la puerta, salí a atender aquel llamado y ¡oh! sorpresa, frente a mí estaba una rubia despampanante, quien me miraba con una grácil sonrisa. En tanto yo, que no tenía idea quien era, miré a través de ella y a su alrededor y ahí estaba él, apoyado en la reja de mi casa observándome atentamente. Me dirigió una sonrisa burlona y preguntó por mi hermano. Mientras, por mi mente las palabras, pensamientos, odios e ideas malévolas se agolpaban dispuestas a salir para cobrar venganza, pero yo siempre digna, tomé aire, le dirigí a ella una gran sonrisa, una de aquellas muy amistosas y la invité a pasar. En ese instante él quedó “paralelo” (como dice Papelucho) y rojo como un tomate… tuvo que entrar, pues su dulce rubia había aceptado mi invitación.
En fin, una vez que ingresó a mi casa no estuvo ni un segundo “bajo el columpio”, es decir tuvo que soportar en silencio todas mis bromas. La rubia despampanante sólo era eso, rubia; y esa noche él supo quién era yo: una mujer de estatura baja, bastante delgada, de pelo castaño, pero muy inteligente y lo más importante…siempre digna.
Al terminar la velada, una vez que todos se fueron y mi familia se fue a dormir; con mi mejor amiga celebramos y reímos a carcajadas mi simpática venganza, con todas las bromas que el pobre tuvo que soportar.
Esto no terminó ahí, a pesar de yo haber dado vuelta la página, él continuó yendo a la casa y no a visitar a mi hermano, sino a verme a mí. Pero a mí él ya no me interesaba en absoluto, pasé del amor al desencanto con tal rapidez que ya ni recuerdo cuáles eran las canciones que me cantaba, ya no sé como llegar a su casa, ni recuerdo cual era su nombre, sólo sé que yo, siempre digna, lo llamaba “mi muchacho”. Creo que él nunca notó que, luego de un traspié una debe pararse, limpiar su ropa y seguir caminando y eso es lo que yo hice.

viernes, 23 de abril de 2010

Historia 5

Los súper amigos flauta, pito, bombilla y remolino, estaban aburridos de que siempre los soplaran, querían hacer otras cosas y ser tratados de otra manera. Un día se encontraron en la disco con un grupo de jóvenes muy alegres; ellos eran tecla, tambor y rama, quienes les dijeron que sus vidas eran muy divertidas. Éstos les propusieron ir donde la hechicera collar, quien lograría intercambiar sus destinos. Así ocurrió, ahora flauta, pito, bombilla y remolino se preguntan qué significa eso que dijeron los otros: "Ahora sabrán lo que es bueno".

miércoles, 31 de marzo de 2010

Historia 4

Cuando los extraterrestres llegaron a la Tierra vieron cosas muy entretenidas que llamaron su atención y cosas muy terroríficas también, por lo mismo regresaron a su planeta donde llevaron registradas las cosas que los humanos hacían. Con mucho temor descubrieron que los hombres convertían a sus gatos y loros en cosas inertes para que no los molestaran, es más, las ovejas eran transformadas en madejas de lana y ésta en gorro.Todo lo que escribían con una cosa llamada lápiz, luego la hacían desaparecer con un objeto denominado goma.No les gustaba estar a oscuras y cada vez que esto ocurría encendían una linterna para evitarlo y le cantaban al dios fuego con una guitarra, pero siempre al aire libre: en el campo o en la playa, para que éste nunca se extinguiera. Los extraterrestres volvieron a Marte porque no sabían tocar guitarra y en su hogar no necesitaban cantar para tener fuego y calor.

jueves, 25 de febrero de 2010

Historia 3

Dinosaurio y chinita se subieron rápidamente al auto, huían de la argolla asesina, quien ya había aniquilado a don espejo por querer imitarla, su muerte fue cruel: le arrojó una llave por la espalda, don espejo cayó de rodillas y se rompió en mil pedazos, según lo relatado por un testigo, el señor dominó, quien justo pasaba por el lugar. La argolla asesina deseaba recuperar su escobilla negra con la que limpiaba día a día cada uno de sus pliegues, pero la banda de los Juguetelais, a la que pertenecían dinosaurio y chinita, se la habían robado, ignorando completamente el grave error que habían cometido.

martes, 19 de enero de 2010

Historia 2

Había una vez una hoja que no quería ser un trozo de papel como lo eran sus papás, ahora su mamá era parte de un libro de bolsillo, que fue roto por un cortaúñas, el cortaúñas asesino. La hoja quería ser un lego para poder estar siempre jugando, todo esto lo supo porque sus amigos moneda y pinche se lo habían contado, ellos se cayeron al suelo cuando la señora de la casa buscaba su anillo de brillantes, pero ella no sabía que su anillo había rodado por la calle para perderse de verdad.

viernes, 8 de enero de 2010

Historia 1

En un país muy lejano estaban discutiendo una nueva ley sobre el Translejano, medio de transporte usado por todos los habitantes de ese lugar. En el parlamento se encontraban los Suaves y los Rugosos, ambos archienemigos eternos, quienes nunca se pondrían de acuerdo para solucionar este conflicto:¿quiénes subirán primero a los busdedal?...Esta historia continuará...